¿Qué significa realmente que un hotel sea de cinco estrellas? ¿Y por qué un mismo nivel puede sentirse tan distinto según el destino? En Bon Vivant exploramos el origen y la relevancia de esta clasificación, para ayudarte a elegir con conciencia y estilo tu próximo alojamiento.
La clasificación por estrellas en hotelería, tan familiar para viajeros de todo el mundo, no es tan universal ni estandarizada como parece. Aunque asociamos intuitivamente las cinco estrellas con lujo, confort y excelencia en el servicio, la realidad es que no existe un único organismo global que defina qué significa ser un hotel cinco estrellas. Cada país e incluso cada región tiene sus propios criterios, lo que genera importantes diferencias en las experiencias que ofrecen estos alojamientos.
El origen de esta clasificación se remonta a la década de 1960, cuando la Mobil Oil Corporation (hoy conocida como ExxonMobil) lanzó una guía de hoteles con un sistema de estrellas basado en los servicios ofrecidos. Esta guía evolucionó hasta convertirse, en 2009, en la prestigiosa Forbes Travel Guide, uno de los referentes más influyentes de la industria global del lujo.
Sin embargo, Forbes no está sola. Diversas entidades en el mundo han asumido la tarea de verificar y certificar la categoría hotelera bajo sus propios estándares. Y aquí es donde comienzan las diferencias.
Una estrella no siempre brilla igual
En Europa, la organización Hotelstars Union se encarga de estandarizar los criterios para más de 20 países. Según esta guía, para alcanzar las cinco estrellas, un hotel debe ofrecer recepción las 24 horas, servicio de valet, áreas de lounge y detalles cuidados en cada habitación, como cortinas opacas, servicio de cobertura nocturna, batas, zapatillas y caja fuerte. En cambio, un hotel de una estrella solo debe cumplir con lo básico: limpieza, televisión y cambio de toallas a pedido.
En Australia, la organización Star Ratings opera bajo más de 200 criterios diferentes, evaluando hoteles en más de 70 países. Allí, un hotel cinco estrellas debe “encarnar el lujo en todas las áreas de operación”, desde el diseño arquitectónico hasta la experiencia gastronómica, pasando por la atención personalizada.
En Estados Unidos, la American Automobile Association (AAA) utiliza diamantes en lugar de estrellas. Sus inspectores realizan visitas anónimas para evaluar la consistencia del servicio y las instalaciones. Su sistema, muy respetado, se centra en ofrecer una guía confiable para viajeros que valoran tanto el confort como la autenticidad.
En Paraguay, la clasificación hotelera se basa en una normativa establecida por la Secretaría Nacional de Turismo y el Instituto Nacional de Tecnología, Normalización y Metrología (INTN). El sistema también utiliza estrellas, de una a cinco, considerando calidad de instalaciones, seguridad, servicio y gestión ambiental.
¿Cinco estrellas igual a caro? No siempre.
Aunque el lujo tiene fama de ser costoso, la realidad muestra matices. En ciudades como Praga, Oporto o Copenhague, es posible alojarse en hoteles cinco estrellas por menos de 300 dólares la noche, combinando elegancia, diseño y excelente servicio. En cambio, destinos como Orlando, París o Roma suelen tener tarifas más elevadas, en parte debido a la alta demanda turística y los costos operativos.
También es importante entender que el lujo hoy no siempre significa opulencia. Cada vez más viajeros buscan experiencias cinco estrellas con valores como la sustentabilidad, el minimalismo o el diseño local, priorizando hoteles boutique, ecológicos o con fuerte identidad cultural.
